Petra, con el corazón aún herido por la supuesta infidelidad de Marcelo, decidió transformar su dolor en venganza. Día tras día, le asignaba tareas cada vez más arduas y humillantes, buscando en él una reacción que justificara su desconfianza. Marcelo, por su parte, se sentía atrapado en una espiral de culpa y humillación. La sombra de la acusación pesaba sobre él, y cada nueva tarea parecía una prueba más para demostrar su lealtad.
Mientras tanto, en la hacienda, la tristeza se apoderaba de todos ante la inminente partida de Rómulo. El viejo mayordomo, cansado y enfermo, había decidido retirarse. Su ausencia dejaría un gran vacío en la vida de todos, especialmente en la de Martina, quien lo consideraba como un segundo padre. Fue entonces cuando la joven decidió que era hora de actuar. Convencida de que el Conde de Ayala estaba detrás de la desgracia que había caído sobre su familia, Martina le propuso a Petra un plan para desenmascararlo.
Petra, aunque recelosa al principio, finalmente accedió a ayudar a Martina. Juntas, comenzaron a investigar el pasado del Conde, buscando cualquier pista que pudiera incriminarlo. Sin embargo, sus investigaciones no pasaron desapercibidas. Ignacio, el capataz, sospechando de las intenciones de Martina y Petra, decidió vigilarlas de cerca.
La situación se volvió cada vez más peligrosa. Ignacio, temiendo que las mujeres descubrieran algo que lo incriminara, comenzó a sabotear sus investigaciones. Además, difundió rumores falsos sobre ellas, tratando de desacreditarlas ante los demás trabajadores.
A pesar de los obstáculos, Martina y Petra perseveraron. Gracias a su tenacidad, lograron descubrir una serie de documentos que vinculaban al Conde de Ayala con un grupo de contrabandistas. Con estas pruebas en mano, se sintieron más cerca que nunca de desenmascarar al verdadero culpable de todos sus problemas.
Sin embargo, antes de que pudieran revelar sus descubrimientos, Ignacio las sorprendió. En un enfrentamiento violento, el capataz intentó silenciarlas para siempre. Pero Martina y Petra, con la ayuda de algunos trabajadores leales, lograron escapar.
La huida fue desesperada. Perseguidas por Ignacio y sus hombres, las mujeres se adentraron en el bosque. Tras una larga y agotadora persecución, lograron despistar a sus enemigos y refugiarse en una pequeña aldea.
En la aldea, Martina y Petra encontraron la ayuda que necesitaban. Con la ayuda de los aldeanos, lograron denunciar al Conde de Ayala y a Ignacio. Las autoridades, tras una exhaustiva investigación, confirmaron las acusaciones y arrestaron a ambos hombres.
La historia de Martina y Petra se convirtió en una leyenda en la región. Las dos jóvenes, que habían sido víctimas de la injusticia, se habían convertido en heroínas. Y aunque la vida en la hacienda nunca volvería a ser la misma, Martina y Petra sabían que habían hecho lo correcto.