Amalia, la Duquesa de Carril, había vivido una vida llena de prestigio y poder, pero después de muchos años, se dio cuenta de que su vida ya no estaba completa. La distancia con su hija Vera y las decisiones difíciles del pasado habían dejado un vacío profundo en su corazón. Cuando llegó a La Promesa, un tranquilo pueblo donde Vera vivía, se dio cuenta de que su hija había encontrado la felicidad y la paz que siempre había deseado.
Vera, ahora una mujer fuerte e independiente, había encontrado la alegría en una vida simple en La Promesa. Ella amaba a Lope, un hombre común, y se sentía feliz en sus relaciones sinceras. Amalia, aunque orgullosa de la madurez de su hija, no podía quitarse las preocupaciones sobre la relación de Vera con el Capitán de la Mata, quien ella sospechaba que tenía un pasado oscuro y motivos poco claros.
El día de la despedida se acercaba, y Amalia decidió no interferir más en la vida de Vera. Pero antes de irse, no pudo evitar expresar sus sentimientos más profundos. Una mañana, cuando las dos estaban conversando, Amalia comenzó a abrir su corazón a su hija. Reconoció que no había sido una buena madre durante todos esos años. Siempre había puesto el prestigio y el poder por encima de la felicidad de su hija, y eso le causaba remordimientos.