Cruz, la Marquesa de un palacio ancestral, había observado en silencio durante años. Había sido testigo de intrigas, traiciones y juegos de poder que se tejían tras las cortinas bordadas de oro. Sin embargo, ella había permanecido al margen, observando con ojos perspicaces. Todo cambiaría cuando se enteró de que la única persona en la que confiaba, una joven doncella, estaba a punto de abandonar el palacio.
La noticia fue como un rayo en medio de una tormenta tranquila. La doncella, con su inocencia y lealtad, había sido un oasis en el desierto de la corte. Cruz no podía permitirse perderla. Con una determinación férrea, ordenó que prepararan un dormitorio especial para la joven, un lugar donde se sintiera valorada y protegida. Pero Cruz sabía que esto no era suficiente.
La partida de la doncella sería el fin de una era. Era hora de que la Marquesa saliera de las sombras y tomara el control de su destino. Con una sonrisa fría, Cruz organizó una fiesta de despedida para la doncella, una celebración que se convertiría en un espectáculo de poder. Invitó a todos los miembros del servicio, desde los más altos hasta los más humildes, y los agasajó con una opulencia que nunca antes habían visto.
Durante la fiesta, Cruz hizo un anuncio que dejó a todos boquiabiertos. Declaró la guerra a los Duques de los Infantes, una de las familias más poderosas del reino. Su decisión sorprendió a todos en la corte, pero especialmente a Lorenzo, su confidente y amante. Lorenzo había estado esperando este momento desde hacía tiempo. Sabía que Cruz era una mujer capaz de grandes cosas, y su decisión de desafiar a los Duques era una prueba de su coraje y ambición.
La guerra que se avecinaba prometía ser larga y sangrienta. Los Duques de los Infantes, acostumbrados a tenerlo todo bajo control, no aceptarían fácilmente el desafío de una mujer. Sin embargo, Cruz estaba preparada. Había pasado años estudiando los movimientos de sus enemigos, y sabía exactamente cómo atacar.
Mientras tanto, la doncella, observando desde las sombras, se sentía profundamente conmovida por la determinación de Cruz. Había sido testigo de la transformación de una mujer tímida en una líder implacable. Sabía que, sin importar el resultado de la guerra, la Marquesa siempre sería una inspiración para ella.
La historia de Cruz se convirtió en una leyenda en la corte. Una mujer que había desafiado las convenciones, que había luchado por lo que creía y que había salido victoriosa. Y aunque la guerra aún no había terminado, una cosa era cierta: la Marquesa nunca volvería a ser la misma.