La noticia de que Rómulo había sido liberado llegó como un rayo de sol atravesando la densa niebla, disipando las dudas y la tensión que envolvían a la familia de Marqués. Alonso, con una expresión llena de felicidad, abrazó a su leal mayordomo. Su confianza en Rómulo estaba más firme que nunca.
Sin embargo, esa breve alegría se rompió rápidamente cuando Jana, la joven esposa, comenzó a preguntar cómo Manuel había logrado convencer a un oficial tan severo como Burdina. Manuel, ante la insistencia de Jana, no tuvo más remedio que contar la verdad.
Con voz temblorosa, Manuel confesó que había vendido el avión que tanto apreciaba y había usado todos sus ahorros de toda la vida para liberar a Rómulo. Jana, al escuchar esto, sintió como si su corazón se detuviera. No podía creer que su leal mayordomo hubiera tenido que sacrificar tanto. Sentimientos de culpa y emoción se entrelazaron en su pecho.
Jana se dio cuenta de que había juzgado mal a Manuel. Había pensado que él solo era un mayordomo común, pero su noble sacrificio la hizo reconsiderar su actitud. Se sintió pequeña y egoísta al pensar solo en sí misma.
Mientras tanto, la noticia de que Manuel había vendido su avión y usado sus ahorros para salvar a Rómulo se extendió por toda la familia. Todos quedaron conmovidos por su acto de sacrificio. Se dieron cuenta de que habían sido demasiado desconfiados y habían tratado injustamente al leal mayordomo.
Sin embargo, la alegría de la familia volvió a verse amenazada por otro problema. Jana comenzó a cuestionar su lugar en esta familia noble. Sentía que no merecía el amor de Manuel ni el de la familia Marqués. Temía que nunca pudiera integrarse en esta vida tan lujosa.