Alonso siempre supo que el Duque Emperador valoraba enormemente su honor y su imagen, por lo que entendía que un solo paso en falso podría dañar su carrera. Por otro lado, Cruz, la mujer hermosa e inteligente, era la única a quien el Duque respetaba. Sin embargo, Alonso no podía permitir que Cruz eclipsara su poder, y decidió asistir a la fiesta Urbizu con ella, llevando consigo un plan astuto para atraparla en una situación de la que no podría salir sin dañar su propia reputación.
Cuando comenzó la fiesta, Alonso mantuvo una actitud tranquila, pero en su mente ya había elaborado un plan complejo para atrapar a Cruz en una situación en la que no pudiera escapar sin manchar su honor. Elegía momentos precisos para insinuar conversaciones llenas de doble sentido, empujando a Cruz a una encrucijada en la que debía elegir entre el silencio o revelar secretos que no debía. Sin embargo, Cruz no era alguien fácil de derrotar.
Al darse cuenta de las intenciones de Alonso, Cruz comenzó a dar vuelta a la situación. No solo respondió de manera astuta, sino que también contactó a su amiga más cercana, alguien en quien confiaba plenamente y que podría ayudarla a manejar la situación perfectamente. La combinación de la inteligencia de Cruz y el apoyo de su amiga hizo que Alonso comenzara a sentirse incómodo. Pero todo lo que Alonso había preparado pronto se convirtió en un juego infantil cuando un factor inesperado apareció.
Era la institutriz Gloria, alguien a quien Cruz nunca había anticipado. Gloria era una mujer inteligente y fuerte, que siempre había tenido una posición importante en la sociedad, pero rara vez se dejaba ver. Gloria observó la situación y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Rápidamente intervino, rompiendo todos los planes que Alonso había calculado meticulosamente. Con la ayuda de Gloria, Cruz no solo defendió su honor, sino que también obligó a Alonso a enfrentarse a una verdad innegable.
La fiesta Urbizu, que inicialmente parecía una oportunidad para que Alonso ganara ventaja, se convirtió en un tenso duelo intelectual lleno de sorpresas. Cruz no solo defendió su honor, sino que demostró que, a veces, los planes más elaborados pueden ser destruidos por factores imprevistos.