Después de haber superado todas las dificultades y resuelto las dudas que los habían perseguido durante tanto tiempo, Catalina y Pelayo se sentían más seguros que nunca en su decisión de dar el siguiente paso en su relación. El amor que compartían había resistido la prueba del tiempo y las circunstancias, y ahora, con un futuro brillante por delante, se preparaban con entusiasmo para su boda. La casa estaba llena de risas, conversaciones sobre los detalles del gran día y una atmósfera festiva que reflejaba la felicidad de ambos.
Sin embargo, justo cuando todo parecía estar en su lugar, un malentendido inesperado amenazó con interrumpir sus planes. Catalina, notando que Pelayo parecía distante y preocupado, no pudo evitar sentirse insegura. ¿Había algo que no le estaba contando? ¿Acaso había algo que los separara después de todo lo que habían vivido juntos?
En un momento de inquietud, Catalina se acercó a Pelayo, quien estaba en la sala, mirando por la ventana. Con voz temblorosa, le preguntó: “¿Está todo bien, Pelayo? ¿Nos estamos asegurando de que todo esté perfecto para el día de nuestra boda?”
Pelayo la miró profundamente a los ojos, tomando sus manos con ternura, y dijo con firmeza: “Nada podrá impedir que me case contigo, Catalina. Ni el tiempo, ni los problemas, ni nadie. Lo que tenemos es más fuerte que cualquier obstáculo.”
Con estas palabras llenas de amor y convicción, Catalina sintió cómo se disipaban todas sus dudas. El vínculo entre ellos se reafirmó una vez más, y con una sonrisa, ambos continuaron con sus preparativos, sabiendo que nada podría frenar su amor ni sus sueños compartidos.